El verano en que llegaron los lobos by Patricia García-Rojo

El verano en que llegaron los lobos by Patricia García-Rojo

autor:Patricia García-Rojo [García-Rojo, Patricia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2023-04-01T00:00:00+00:00


41

Una gran multitud se congregaba frente a la puerta de la tienda mientras las bandadas de los más exaltados volaban sobre su tejado.

Mi madre, roja de rabia, se enfrentaba a los vecinos con una esponja en la mano. Estaba limpiando la palabra «ASESINOS» de la fachada del colmado. A sus pies había un barreño, y se notaba que la A había comenzado a perder brillo sobre el cristal.

—¡Los que defienden a los asesinos son cómplices de asesinato!, —chillaba una mujer, apuntándola con un dedo acusador.

Sin pensarlo, intenté ponerme al lado de mi madre, abriéndome paso a codazos.

Los ojos de todo el pueblo se volvieron hacia mí y entonces descubrieron también a Sasha y a Nadir. Mis amigos se habían quedado pálidos. Parecía que mi madre había conseguido justo lo que ellos evitaban: llamar la atención.

Un vecino agarró a Sasha por el brazo.

—¡Confiesa, niña!, —empezó a berrear—. ¡Sabemos que fue tu padre!

Nadir se lanzó a por él en el acto, apartándolo de un empujón.

—¡Son unos violentos!, —chilló otra mujer—. ¡Mirad cómo se revuelven!

—¡No lo vamos a permitir!, —gritó otro hombre.

—¡Este es un pueblo tranquilo! ¡No queremos asesinos!

—¡No queremos lobos!

—Mamá… —musité, al ver cómo crecía el alboroto.

—¡Por favor, paraos un momento a pensar!, —intentó a voces ella, pero no sirvió para nada.

De pronto, todos aquellos rostros me parecieron deformados. ¿Esas eran las personas con las que había compartido mi vida? ¿Las que me habían consolado cuando me había caído, las que habían celebrado mis notas en el colegio, las que me habían felicitado en las fiestas?

Miré desconsolada a mi alrededor, intentando reconocer a alguien más allá de esas máscaras de miedo y odio que todos vestían, como en el más horrible carnaval.

El gesto asustado de Almudena me consoló. La profesora de historia parecía demudada, abrazando contra su pecho los cuadernos que siempre la acompañaban. Ella era una mujer de cultura; ella tampoco debía de querer este linchamiento absurdo.

Nadir se revolvió, apartándose de los que intentaban sujetarlo, pero eso hizo que perdiese de vista a Sasha.

—¡Eres como tu padre!, —gritó una anciana, zarandeando a la muchacha—. ¡Eres tan mala como él!

Se me llenaron los ojos de lágrimas.

—¡Basta!, —comencé a chillar, corriendo hacia ellos—. ¡BASTA!

Alguien me empujó y caí al suelo al desequilibrarme en la carrera. Al incorporarme, los ojos de Nadir se encontraron con los míos y, con un rugido feroz, mi amigo se convirtió en lobo. En el terrible lobo negro que todos habían imaginado, pero ninguno había visto.

Algunos vecinos se transformaron de la impresión. Escribanos, zorzales y abubillas alzaron el vuelo, sumándose a los trinos histéricos de sus compañeros.

El gesto de Nadir era terrorífico. Mostraba las fauces, fiero, observando a los vecinos que se apartaban creando un círculo a su alrededor. Su gruñido helaba la sangre.

Sasha se liberó de su agresora y se transformó también, poniéndose al lado de su hermano.

Si no hubiese estado tan asustada, la imagen me habría parecido majestuosa. Pero, por primera vez, en lugar de verlos como depredadores, veía a mis amigos como dos presas rodeadas por cazadores.



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